Debo comenzar este post, pidiéndoles excusas por mi prolongado silencio de estos días. Razones ajenas a mi voluntad me impidieron hacerlo. Trataré de que no vuelva a suceder. Escribir, siempre que haya algo que comunicar resulta al menos para mi un ejercicio agradable que podría resultar de utilidad a otros.
En un post anterior escribí una valoración personal sobre las redes sociales como fenómeno contemporáneo e hice algunas valoraciones sobre su utilidad en la consecución de fines legítimos en algunos casos y en otros no tanto. El trabajo en internet es así y la paciencia un requisito.
La libertad que estas ofrecen a todos los que tienen acceso a ellas ampara causas loables, pero también oculta a otras que pueden no ser tan buenas. No pondré ejemplos, pues ha sido de dominio público en múltiples ocasiones el mal empleo de las mismas por algunos que ponen sus intereses personales por encima de todo.
Es el propio ser humano y la complejidad de su pensamiento el que las ha hecho posible y el que ahora las utiliza como herramienta donde sus ideas fluyen. La posibilidad de interactuar y ser oídos o desatendidos es el camino adonde nos lleva el progreso y la modernidad. Ignorarlo como pretenden algunos, es más que un error imperdonable, un suicidio. Se trata de asumir que no sucede lo evidente y despreciar sus múltiples posibilidades. Enterrar la cabeza como el avestruz no acallará las múltiples voces y tendencias que existen en el planeta, ni impedirá los cambios que traerá inevitablemente el futuro.
Creo que el interactuar a través de las redes posibilita a una nueva generación global a conocerse mejor y entender sus diferencias con tolerancia y humor. A otros les permite ver los puntos de consenso mayoritarios y actuar en consecuencia.
Hace muchos años y en otras condiciones diferentes comprendí que no existe la unanimidad. Se trata de una simple abstracción humana que nada tiene que ver con la realidad social en que vivimos. La ecuación libertad, mientras mayor sea su grado, más alejada estará de la abstracción unanimidad o del maniqueísmo de buenos y malos en el que crecimos muchos y del que resulta tan difícil desprenderse.
Aplicar formulas similares de intolerancia desde nuevas posiciones de poder dentro de la red o fuera de ella, es sólo otro camino equivocado disfrazado de modernidad y condenado al fracaso o quizas a un suicidio mucho más sofisticado.
Las verdades sobre el trabajo en internet nos enseñan que alguien debe de romper el ciclo del pececillo que se muerde la cola o asumir nuevas y tontas respuestas legitimadas por alguien, en la filosofía de lo irreconciliable que ya la propia modernidad está enterrando y que nada ha aportado a sus defensores durante años.
Se que este post sobre el trabajo en internet y el valor de las redes sociales es polémico para los que están anclados en su justo o injusto resentimiento, pero sembrar nuevas semillas de reconciliación y paz es el único camino civilizado y viable para todos. Se impone mirar hacia adelante.